El Cuerpo en Nuestra Jungla Emocional. El Estrés


“La fórmula para generar un estado de ansiedad es bien sencilla. Basta imaginarse que en el futuro van a aparecer una serie de problemas y que nosotros vamos a ser incapaces de resolverlos”.

Dr. Mario Alonso Puig

“Nuestros cuerpos saben cómo encargarse de las proteínas rotas, de las células cancerígenas, pueden retrasar el envejecimiento y combatir infecciones. Incluso saben cómo curar úlceras, hacer desaparecer lesiones en la piel y volver a unir huesos rotos. Pero he aquí la clave, todos esos mecanismos naturales de auto-reparación no funcionan con estrés”.

Lissa Rankin “Mind Over Medicine”


El estrés es y ha sido siempre para todos los seres de la naturaleza ese punto de alerta que les impedía ser aniquilados por sus depredadores. Ante cualquier señal de peligro, el cerebro reptiliano usaba todos los mecanismos de defensa, huida y ataque para que la continuación de la vida fuera posible. Este punto de estrés nos ha mantenido vivos, pero a fuerza de seguir siempre en constante alerta, de jugar con él, nos hemos quedado atrapados y quizás sea oportuno decir, que nos hemos convertido en adictos al exceso de adrenalina. Nos encantan la vida acelerada, las prisas, la impaciencia, el reloj, el echar balones fuera, la queja, el ruido, los deportes de riesgo… Vivimos en una jungla emocional que nos hace adictos al estrés.

Por supuesto, estamos muy aferrados a los mecanismos de defensa, al ataque, a la huida, al miedo, a todas las emociones vinculadas a este terror profundo. Nos hemos acostumbrados tanto a ellas que parece que las cosas son así…No obstante, este estrés permanente tiene un impacto muy negativo en nosotros, puede, de hecho, reducir el tamaño del cerebro, acumular grasa en el abdomen, dañar los cromosomas y muchas cosas más. Muchas personas en nuestro mundo toman la vida como si fuera una montaña rusa. Se abrochan el cinturón de seguridad y soportan las subidas y bajadas, la excitación y el miedo. Ni siquiera saben cuánto estrés están guardando en su interior. Cuando más dura el viaje, tanto más se acostumbran a los nudos en el estómago y la tensión en el cuello.

De manera similar, cuanto más estrés se acumula, más tendemos a buscar fuera de nosotros soluciones, medicamentos, terapias...pero nada sirve cuando se llega a tal punto de desilusión,  dolor, preocupación, miedo, ira, amargura o resentimiento, porque se ha llegado a ese extremo en que la tristeza y la depresión parecen  ser una norma en la existencia. 


Aunque siempre vamos en busca de la felicidad, pareciera que hemos olvidado que puede haber una forma distinta de experimentar la vida; el sufrimiento que ese estrés genera, nos puede… cuando uno ha bajado y subido una montaña rusa unas cuantas veces seguidas y a toda velocidad, la tensión es tan grande que duele todo el cuerpo. Así vivimos. Las montañas rusas emocionales minan la salud física y psicológica y a menudo dejan la mente y el cuerpo casi sin energía ni fuerzas.

Después de mucha investigación al respecto, no cabe duda que la mente y el cuerpo están relacionados, que el modo en que nos sentimos emocionalmente puede determinar cómo nos sentimos físicamente, que hay emociones que liberan hormonas que a su vez, pueden ser disparadores del desarrollo de diversas enfermedades. Por ejemplo, se ha vinculado la mala gestión de emociones a la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares y las enfermedades relacionadas con el sistema inmunológico.

Los estudios también han correlacionado estrechamente a las emociones con las infecciones, las alergias y las enfermedades autoinmunes y más específicamente se han relacionado los estados de depresión con un riesgo mayor de contraer cáncer y enfermedades cardíacas. Las emociones como la ansiedad y el miedo demuestran tener relación directa con las palpitaciones cardíacas, el prolapso de la válvula mitral, el síndrome de colon irritable y los dolores de cabeza por tensión nerviosa, además de otras enfermedades.

Con estrés, podemos tener resfriados frecuentes, insomnio, fatiga, problemas de concentración, pérdida de memoria, problemas alimenticios, problemas sexuales e incluso problemas digestivos o disbiosis. No está mal ¿verdad? En un experimento, se pudo comprobar que las células cerebrales de ratas estresadas son mucho más pequeñas, especialmente en el área del hipocampo, que es el área del aprendizaje y la memoria. Por otro lado, el estrés altera el sistema neuroendocrino e inmunológico y parece desencadenar procesos cerebrales degenerativos que pueden conducir al Alzheimer. El estrés también acelera el envejecimiento al generar un acortamiento de los telómeros, estructuras genéticas de protección que regulan el modo de envejecimiento celular. 


Desde que somos engendrados, vivimos en una constante jungla de emociones, los peligros no son reales, pero somos programados para “ser listos”, para estar al acecho de los grandes depredadores, para vivir en constante miedo. Ante una situación que consideramos peligrosa nuestros músculos se tensan, el corazón palpita más rápido, la respiración se acelera y el cuerpo detiene todos sus procesos no esenciales. Con cada año que pasa, sumamos más motivos al estrés y éste se cronifica. Pero nos acostumbramos a él, no en vano es nuestro compañero desde que nos asomamos a la vida.

La tensión, la agresividad, el miedo, el alejamiento de los ciclos naturales, la falta de sueño son factores muy presentes en la existencia. Vivimos en perpetuo estrés y queremos más, por eso hay muchas prácticas estresantes entre nuestras opciones de ocio. No cabe duda, es una adicción. Imposible vivir en una sociedad como la nuestra sin experimentarlo…

Y aunque tenemos la adrenalina disparada, nos aburrimos y queremos más, porque lo que obtenemos sólo es un estrés vacío que nos conduce a la dependencia de emociones fuertes y descontroladas, no nos sentimos, vivimos con un nudo en el estómago y nos llenamos cada vez más de insatisfacción y aburrimiento…cuando sólo queremos paz, esa paz profunda que brota del corazón y que no conseguimos identificar a fuerza de vivir al límite. Paz, esa palabra tan fácilmente usada, cuyo significado, por la misma razón, nos resulta tan desconocido.

Cuando tenemos estrés los niveles de cortisol se disparan. El cortisol es una hormona liberada por las glándulas suprarrenales, como parte de nuestra respuesta de “lucha o huida”, es la hormona principal que regula muchos aspectos de la respuesta al estrés del cuerpo. Sin embargo, siempre está disparada. En nuestra cultura, los niveles de cortisol suelen ser altos, además la predisposición a la alerta es tan grande que se elevan fácilmente. Basta una palabra que consideremos malsonante o disonante para que suba. En sus niveles normales, el cortisol es necesario, pero nunca suele estar ahí, lo que perjudica mucho la salud física y mental.


Por ejemplo, los niveles elevados de cortisol son una causa potencial de enfermedades mentales y además, reduce la capacidad de recuperación, especialmente entre los adolescentes. Episodios de bullying, suicidios, tiroteos en masa, y otros ejemplos extremos ponen en evidencia este cortisol elevado. No somos capaces de gestionar las emociones, no aprendemos sino a alimentarlas y el resultado es este. Nuestra sociedad muestra el grado altísimo de estrés que padece. 

La incertidumbre, el sentir que el control se nos escapa, el vernos sin salida, el sentimiento de soledad y sobre todo la percepción de la vida como una carga nos estresa mucho. La falta de aceptación, el miedo, los problemas económicos, el dolor, la incapacidad para tomar decisiones y los retos que nos plantea la vida diaria suponen un gran peso en nuestras vidas. El cuerpo muestra lo que nos ocurre por dentro, nuestros pensamientos, generan sentimientos y formas de actuar que reflejan nuestro malestar y acabamos enfermando como colofón a esta cadena sin fin, en la que el cortisol es el protagonista.


Por el contrario, hay muchos recursos para gestionar este estrés y este cortisol acumulado, además es necesario descansar, dormir bien y alimentarnos adecuadamente. Practicar algún deporte suele ayudar a soltar tensión y a manejarlo, pero no podemos dejarnos arrastrar por el exceso y la competición. Meditar es otro recurso eficaz para reducir la sensación de estrés o ansiedad.

Practicar yoga o taichí son recursos que también funcionan. De hecho, está demostrado que hacer yoga reduce los niveles de cortisol, mejora el sueño, la función inmune y el antojo por alimentos nocivos. No tomar las cosas muy en serio y, por supuesto, no tomarnos en serio a nosotros mismos ayuda, la risa, las relaciones, el contacto con la naturaleza, la música, y todo lo que disfrutemos o nos relaje nos libera de esa presión intensa que supone la acumulación de estrés y tensión en nuestro cuerpo.

La dieta es clave para ayudarnos a liberar ese estrés acumulado o disparar nuestro malestar. La naturaleza nos proporciona alimentos muy beneficiosos, entre los que se encuentran:

1. Los vegetales de hoja verde como la espinaca, ya que son ricos en ácido fólico. El ácido fólico ayuda al cuerpo a producir neurotransmisores que regulan el estado de ánimo, como la serotonina y la dopamina.

2. Alimentos ricos en triptófano, como las semillas o las nueces, por ejemplo. El cuerpo convierte el triptófano en serotonina. El triptófano disminuye significativamente los comportamientos agresivos y aumenta las conductas agradables y las percepciones de amabilidad.

3. Los alimentos fermentados ya que ayudan a mejorar la calidad de la flora intestinal. Una flora intestinal no saludable puede ser decisiva para problemas como la ansiedad o la depresión. Por el contrario, las bacterias beneficiosas tienen un efecto directo sobre la química del cerebro, ya que envían señales reguladoras del estado de ánimo a través del nervio vago.

Hay experimentos que demuestran que cuando se consumen fermentos, disminuye la actividad en la corteza insular, región que desempeña un papel importante en las funciones normalmente vinculadas a las emociones y la regulación de la homeostasis del cuerpo, y en la corteza somato sensorial que desempeña un papel importante en la capacidad del cuerpo para interpretar una gran variedad de sensaciones.


4. Los omega-3 EPA y DHA desempeñan un papel importante para el bienestar emocional, incluso funcionan como los antidepresivos, pero sin efectos secundarios.

5. Los frutos rojos contienen antocianinas. Estos antioxidantes ayudan al cerebro a producir dopamina, una sustancia química que es fundamental para la coordinación, la función de la memoria y el estado de ánimo.

6. Comer pistachos reduce la constricción vascular durante el estrés, lo que significa que la carga para el corazón disminuye, ya que las arterias están más dilatadas.

7. La anandamida del chocolate negro puro bloquea temporalmente las sensaciones de dolor y depresión. Además, el chocolate contiene otros químicos que nos ayudan a sentirnos bien.

8. El sol no es técnicamente un alimento, pero una dosis diaria de sol podría ayudar a estabilizar el estado de ánimo, ya que la serotonina,  hormona asociada a un mejor  humor, aumenta con la exposición a la luz brillante y disminuye con la poca exposición al sol. Por otro lado, los niveles bajos de vitamina D también están relacionados a un mayor riesgo de trastornos de pánico.

9. Las semillas como las de calabaza, girasol o sésamo contienen magnesio que actúa como precursor de neurotransmisores como la serotonina. El magnesio ayuda a regular las emociones y mejorar el bienestar. También contienen magnesio las algas, los vegetales de hoja verde, algunos granos y los aguacates. Los batidos verdes y los zumos de hoja nos aseguran un aporte adecuado de magnesio y otros nutrientes importantes para el mejor funcionamiento de nuestra mente y nuestro sistema nervioso.

10. Los aguacates proporcionan cerca de 20 nutrientes esenciales que mejoran la salud, como el potasio, la vitamina E, la vitamina B y el ácido fólico.


El consumo de azúcar refinada podría ejercer un efecto tóxico en el estado de ánimo y la salud mental. Además, puede ocasionar fluctuaciones de azúcar en la sangre, lo que podría provocar cambios de humor. El consumo de azúcar también desencadena una cascada de reacciones químicas en el cuerpo que promueven la inflamación crónica. A largo plazo, la inflamación altera el funcionamiento normal del sistema inmunológico, lo que está vinculado a un mayor riesgo de sufrir una depresión.

El gluten podría influir negativamente en el estado de ánimo y la salud del cerebro. De hecho, varios estudios indican que el trigo podría tener un efecto perjudicial sobre el estado de ánimo, al promover la depresión y problemas más graves como la esquizofrenia, esto podría explicarse por el hecho de que el trigo inhibe la producción de serotonina. Además, la aglutinina del germen de trigo tiene actividad neurotóxica.

El consumo de alimentos procesados fomenta la irritabilidad y el mal humor, ya que contienen azúcar, gluten, grasas trans, colorantes artificiales, glutamato monosódico, endulzantes y otros ingredientes sintéticos.

Ahora que estamos llenos de síndromes vinculados a la dieta y a nuestro estilo de vida, se hace necesario prestar atención a lo que comemos física, mental y emocionalmente. Sólo así podremos hacernos conscientes de porqué nos duele lo que nos duele y gestionar un cambio necesario en nuestras vidas. No necesitamos estar estresados, todo lo tenemos en la palma de la mano. Abramos esa mano y miremos detenidamente lo que surge de ella, ahí podemos encontrar la solución y gestionar “El Cambio” que necesitamos.

“Cuando nos apresan estados de ánimo como la ira, el miedo o la desesperanza, se elevan los niveles de cortisol y ello entorpece el funcionamiento del sistema inmunitario”.

Dr. Mario Alonso Puig

“Resulta muy difícil mantener la alegría y la ilusión en medio de la adversidad. Sin embargo, ir recuperando poco a poco ese espacio que existe entre lo que me ocurra y mi respuesta es absolutamente crucial”.

Dr. Mario Alonso Puig



FUENTES:

Emociones que matan. Dr. Don Colbert. Editorial Betania, 2006.

Reinventarse. Dr. Mario Alonso Puig. Plataforma editorial. 2010.

Genética de la emoción. El origen de la enfermedad. Dr. Antonio Alcalá Malavé. Ediciones B S.A., 2015.

Mercola. com



Lucía Madrigal             



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