El Hábito de Comer lo que Otros nos Preparan


Un fin de semana sin una salida a comer o cenar a un restaurante es raro, a veces incluso es algo que hacemos a diario. Es más fácil comer en cualquier lado un plato del día o dejar nuestro fin de semana libre de trabajo doméstico, que preparar nuestra comida para llevar o cocinar para la familia. Por eso, comer lo que otros nos preparan nos parece una opción magnífica, pues sales de casa, no tienes que preparar tus alimentos, no ensucias la cocina, no hay que limpiar los platos…Sin embargo hay muchas razones que contrarrestan todas las ventajas que acabamos de enumerar. 


La primera es la calidad de los productos que se usan en cualquier lugar donde se preparan platos del día o menús incluso. Por otro lado, es evidente que hay muchas excepciones a esta regla, pero la mayoría de los restaurantes tienen como objetivo prioritario generar beneficios. Te parece normal ¿A que sí?,  lo sería si ellos tuvieran en cuenta al ser humano que se sienta en la mesa que preparan. No hablo aquí de la calidad de la comida, sino del ambiente y los preparativos para que comamos mucho y en el menor tiempo posible. Según la CNN existen trucos, elaborados por los restauradores, para que los restaurantes acojan a mucha gente para la misma comida o cena, gente que coma bien y se marche pronto para dejar sitio a otros.

Estas tácticas incluyen:

La reproducción de música a todo volumen, lo que hace que la gente coma más rápido y beba más, en un corto período de tiempo.

Se coloca a los clientes en el centro del restaurante, rodeados por el caos.

Se usan sillas incómodas.

Se ponen a la vista bandejas de postres elaborados, carros de quesos y otros engaños visuales.

Se decoran los lugares con colores cálidos como el rojo, el naranja y el amarillo, lo que estimula el deseo de comer.

Estas estrategias nos impulsan a comer deprisa, lo que es muy beneficioso para el restaurante en cuestión y muy perjudicial para nuestra digestión.


Además esto hace que comamos más. Un estudio publicado en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism  descubrió que ante dos porciones idénticas de helado, se liberaban más hormonas para suprimir el hambre, cuando el helado se comía en treinta minutos, que cuando se comía en cinco. Esto deja claro que cuando se saborea la comida se tiene mayor sensación de saciedad.

En otro estudio realizado en 2008, los sujetos también afirmaron  sentirse más llenos cuando comían más despacio. Curiosamente, también terminaron consumiendo un 10% menos calorías, al comer a un ritmo más lento. Un tercer estudio, publicado en la revista British Medical Journal, llegó a la conclusión de que comer con avidez, y comer hasta sentirse lleno, triplicaba el riesgo de tener sobrepeso.

Masticar hasta el doble de tiempo nuestros alimentos también ayuda a controlar los tamaños de las porciones que ingerimos, lo que disminuye de forma natural el consumo de calorías. Otro de los beneficios de masticar es que la comida se digiere mejor. La mayoría de las enzimas digestivas están en la boca, no en el estómago. Por lo tanto, masticar los alimentos permite que estos se descompongan más exitosamente para ser aprovechados y nos proporciona el placer de disfrutar del propio acto de comer y de la comida.


Comer en restaurantes no es para nosotros una opción saludable. Muchos de ellos compran productos baratos para preparar sus comidas. En realidad, muchos usan  alimentos congelados procesados ​​, los calientan en el microondas y los hacen pasar por “cocina casera”. Esto es algo esperable de una cafetería o restaurante de comida rápida pero también ocurre lo mismo en restaurantes de cinco estrellas.

Además, “los platos del día o las sugerencias del Chef”  son a menudo platos preparados específicamente para deshacerse de los ingredientes que se acercan al final de su vida útil. Estos dudosos “especiales” tienen una elaboración culinaria que nos impide percibir si el alimento está pasado. Por otro lado, los platos de restaurante que se consolidan como favoritos siempre se encuentran en el punto más llamativo del menú. También es común hacer pasar un pescado por otro más caro, ofrecer cremas con sobras de días anteriores o elaborar pasteles de verdura, carne o pescado con productos de baja calidad y poco frescos. Al buen sabor y color colaboran las especias, los saborizantes, aditivos y colorantes.

Incluso las comidas más saludables, de restaurantes típicos, tienen muchas calorías o son menús cargados de proteínas y con escasez de vegetales y verduras, a fin de cuenta es lo que demandamos. A veces las porciones son gigantescas, lo que hace que comamos más de lo que haríamos en casa. Hay restaurantes cuyo reclamo es  un plato de cocido tradicional enorme y ofrecen la posibilidad de no pagar, si los comensales consumen todo lo que se les ofrece.


El resultado final es que comer fuera a menudo significa comer comida de baja calidad a un precio superior, comer de más y comer platos desequilibrados desde el punto de vista nutricional. Nada beneficioso para nosotros.

Hoy en día mucha gente come fuera o compra comida preparada para llevar, la comodidad nos puede y también nos puede la constante sensación de falta de tiempo, pero nos acostumbramos mal y acostumbramos mal a nuestros hijos. Nada es mejor que los alimentos preparados en casa, porque tienen nuestra propia dedicación y están elaborados con productos de calidad. Con la explosión de comida fácil y sabrosa, se nos ha olvidado el parámetro de lo saludable.

¿Qué tal si recuperamos lo que significa comer bien? 




Lucía Madrigal              



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