Atender a tu Cuerpo

¿Crees que conoces y atiendes las necesidades de tu cuerpo? Si eso es así, estarás escuchando también las necesidades de tus otros cuerpos más sutiles, el emocional y el  mental. Estos tres cuerpos constituyen nuestra envoltura material  y no pueden disociarse. Caminan juntos y se liberan juntos. Si uno se duele, los otros también lo hacen. Nos conectan a la tierra y nos muestran el propósito y la experiencia del alma. El cuerpo es el reflejo tangible de todo. Pero ¿qué necesita nuestro cuerpo físico?: Agua, aire, alimentarse, moverse, descansar y dormir. Con todo esto resuelto, él  funciona a pleno rendimiento y su bienestar repercute, de plano, en los otros dos cuerpos. Nos sentimos pletóricos, la energía fluye sin obstáculos y el corazón y la mente se activan y se expanden. Pero…


Curiosamente, aunque nuestro cuerpo necesita agua, bebemos poca agua y preferimos otra serie de bebidas, que tomamos, incluso, para acompañar la comida, así que, nuestro cuerpo se queja, porque no sabe lo que hacer con las mezclas ni los otros líquidos.

Nos hemos olvidado de que respiramos, así que cogemos aire de manera muy superficial y no nos oxigenamos.

Elegimos nuestros alimentos guiados por los medios y sin la consciencia de lo que realmente compramos. Así que, comemos cualquier cosa que nos dicen que está bien y sobre todo nos fascinan los sabores, aunque el plato sabroso sea tan indigesto que nos cueste un rato largo de malestar. Y lo que es más grave, hemos llegado a pensar que comer mucho es sinónimo de estar bien y que si no comemos “adecuadamente”, tenemos muchas carencias y nos morimos. Como además, tenemos mucho miedo a la muerte, comemos más y “más adecuadamente” para protegernos y esto a la larga nos enferma, porque nuestro cuerpo se satura y se hace tóxico.


Nos movemos poco, porque pasamos el día trabajando en espacios cerrados y pequeños. Pero eso sí, cuando vamos al gimnasio, nos damos una paliza y además, nos queremos poner muy fuertes para hacernos creer que realmente nos movemos, aunque usemos nuestro coche para desplazarnos a casa del vecino.

Además, no descansamos lo suficiente porque nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo de carencias y preocupaciones, en el que el descanso es una añoranza y el sueño está lleno de las angustias del día, que no se han podido soltar antes de dormir.


Todo esto no nos proporciona bienestar ni, por supuesto, salud.

Quizás entonces, no seamos tan conscientes de las necesidades del cuerpo. Además, después de todo esto ¿Cómo crees que está él? ¿Y nuestra mente? ¿Y nuestro cuerpo emocional? Nuestros alimentos son muy importantes para nuestro cuerpo, mente y espíritu, por lo que es muy importante conocer cómo funcionan en nosotros, lo que nos ayuda y lo que no. Además nuestra forma de comer y lo que comemos es un reflejo fiel de cómo nos alimentamos en otras facetas de nuestra vida.


Si comes con la mirada puesta en el objetivo de satisfacer el placer y el disfrute que te produce la comida o para cubrir una necesidad o porque hay que comer, si no eliges lo que comes guiado por tu propio instinto alimenticio, pregúntate cómo te mueves en otras áreas de tu vida, porque la comida es el reflejo. ¿Haces las cosas porque hay que hacerlas?, ¿Pones la mirada  siempre en el objetivo y no disfrutas de los procesos?, ¿Te mueves guiado por los condicionamientos? ¿Comes para sentirte lleno? Y… ¿Cómo te sientes tras la comida?, hinchado, vacío, insatisfecho, intranquilo, infeliz, deseando la próxima, indigesto, enfermo, triste… 


Así te sientes ante la vida.

La comida no llena de satisfacción una vida insatisfecha. La comida nos muestra nuestro estado interno. Nuestra mente y nuestras emociones se expresan  a través de lo que comemos y cómo lo comemos.


Pero nos encantan las comidas de negocios, las comidas de empresa, las celebraciones, las grandes comilonas ¿Te has preguntado por qué y para qué? ¿De qué más te encanta atracarte? La insatisfacción no se termina sino liberando todo el dolor de nuestras heridas y sanando, pero antes tenemos que saber que estamos heridos y reconocer lo qué nos pasa. ¿Piensas que las comilonas son sólo momentos de encuentro? ¿Qué son para ti?


¡Observa lo que comes y como  lo comes! Puedes aprender muchas cosas. Puedes empezar a reconocerte y reencontrarte.

La mejor herramienta que tiene el ser humano para descubrir lo que se niega a ver o lo que le cuesta trabajo ver, a nivel emocional y mental, es el cuerpo físico, porque él es el reflejo tangible de nuestros cuerpos sutiles y de todas nuestras heridas.


Si nos centramos en la alimentación y la utilizamos  para escuchar a nuestro cuerpo, esto será un medio rápido y eficaz para llegar a conocernos, y saber si escuchamos las necesidades de nuestro Ser. Una dieta apropiada es una ayuda poderosa para despertar e incrementar la sensibilidad general. Todo lo que se despliega ante nosotros es una proyección, por tanto, lo que ingerimos y cómo lo hacemos nos muestra muchas cosas de nosotros. Podemos reconectarnos y reconocernos a través de lo que comemos, podemos ser conscientes del grado de amor hacia nosotros y de si escuchamos los mensajes internos, para que en caso contrario, recuperemos la guía y nos dispongamos a sanar. El instinto funciona mejor con alimentos vivos, los procesados nos ofuscan. No nos han enseñado a utilizarlo ni a tenerlo en cuenta, pero en el momento en el que decidimos cambiar nuestros hábitos alimenticios y el cuerpo comienza a depurar,  este se activa y se produce un cambio hacia la consciencia.

Thich Nhat Hanh, monje Zen, dice en una de sus obras: “Nuestra ira, frustración y desesperanza tienen mucho que ver con nuestro cuerpo y con la comida que ingerimos. Debemos desarrollar una estrategia para comer, para consumir, a fin de protegernos de la ira y la violencia. El hecho de comer es un aspecto de la civilización. La forma de cultivar los alimentos, la clase de comida que ingerimos y el modo de comer tienen mucho que ver con la civilización, porque las elecciones que efectuemos pueden generar la paz y aliviar el sufrimiento”.




Lucía Madrigal              



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